En el año 1910, nació Giuseppe Meazza en una época en la que el fútbol todavía se encontraba en busca de su forma definitiva. La vida de este icónico futbolista estuvo marcada por desafíos desde el principio. La muerte de su padre durante la Primera Guerra Mundial dejó a su madre como la figura central en su vida, y ella no aprobaba su pasión por perseguir un balón. La leyenda cuenta que su único par de zapatillas se escondía en algún rincón de la casa, lo que obligaba a Giuseppe a jugar descalzo en las calles de su pueblo.

Como tantas otras figuras legendarias que desafiaron las expectativas, Meazza tuvo un revés en su intento de unirse al Milan cuando tenía tan solo 14 años. Un entrenador del club le dijo: «Tienes habilidad, pero eres muy delgado». En ese momento, nadie podía prever lo que se estaban perdiendo.

Sin embargo, el Inter de Milán dio luz verde a Meazza, y los colores negro y azul se grabaron en su corazón de por vida. Después de destacar en las categorías juveniles, el entrenador Bernardini solicitó su ascenso al primer equipo cuando solo tenía 16 años. El joven prodigio no defraudó, y en su debut en la primera división a los 17 años, anotó dos goles.

Su destreza y habilidad para dominar el balón rápidamente llamaron la atención en toda Italia. Meazza avanzaba a pasos agigantados, y sus estadísticas hablaban por sí solas: en su primera temporada, 1927/1928, anotó 11 goles en 33 partidos, y esto fue solo el comienzo. En la temporada siguiente, superó en goles a los partidos jugados, con 33 goles en 29 encuentros. Al año siguiente, con la creación de la actual Serie A, Meazza anotó 31 goles para llevar al Inter a su primer título bajo el nuevo formato de la liga, un logro que perdura hasta hoy.

Los números de Meazza en los clubes fueron impresionantes: ganó dos ligas más (37/38 y 39/40) además de la Copa Italia en la 38/39. Fue tres veces el máximo goleador a nivel nacional y ostenta el récord de ser el máximo goleador en la historia del Inter con 284 goles. Nadie ha logrado igualarlo.

La carrera internacional de Meazza también dejó su huella: se coronó campeón del mundo en las ediciones de 1934 y 1938, siendo capitán en esta última. El entrenador italiano Vittorio Pozzo lo elogiaba diciendo que «contar con él es empezar ganando 1 a 0». Incluso Mussolini tuvo palabras elogiosas para él, llegando a intentar llevarlo a la Lazio, una oferta que el delantero rechazó.

A pesar de que el fútbol estaba en sus primeros pasos en ese momento, Meazza es uno de los pocos jugadores que ha ganado dos Copas del Mundo, quedando a solo una de la marca de Pelé (que tiene tres). Además de ser el goleador histórico del Inter, en la selección italiana fue durante mucho tiempo el máximo goleador con 33 goles (Gigi Riva recién lo superaría en 1973 con 35).

La figura de Meazza comenzó a ganar notoriedad en una época en la que los futbolistas rara vez se convertían en figuras mundiales. Era un personaje excéntrico, que cobraba por sus apariciones y era conocido por sus relaciones efímeras con las mujeres, al punto de afirmar: «Sólo tengo dos amores en mi vida: mi madre y los goles».

Al final de su carrera, jugó una temporada en el Milan, el eterno rival del Inter. También vistió las camisetas de la Juventus y el Atalanta, pero nunca alcanzó el nivel de esplendor que tuvo en el Internazionale.

Su vida se apagó rápidamente debido a un cáncer de pulmón cuando tenía solo 69 años, en 1979. En 1980, los dos gigantes de Milán acordaron cambiar el nombre del estadio San Siro en su honor, llamándolo Giuseppe Meazza. A pesar de este gesto, el Milan suele referirse al estadio como San Siro, mientras que el Inter siempre utiliza el nombre de Meazza cuando juega en casa. Sin duda, es un tributo merecido para el hombre que, además de un estadio, se convirtió en una leyenda del fútbol.

SU LEGADO, EN LEGENDS

Esta camiseta suya, es una de las mayores reliquias que pueden encontrarse en Legends. La camiseta que vistió el propio Meazza en el Mundial de 1934. Toda una joya para conmemorar su figura en el día de su cumpleaños.