La historia del fútbol nos ha dejado en estos octavos de final varias historias increíbles, y hoy nos queremos fijar en el España-Marruecos que terminó con la victoria de los africanos en los penaltis. Concretamente, nos queremos enfocar en la historia de Achraf Hakimi, el último lanzador de la tanda.

Y es que no deja de ser una coincidencia del destino que el momento más importante de su carrera haya sido tirando un penalti contra el país en el que nació y se formó como futbolista.

Concretamente, Achraf nació en Getafe. Pasó sus primeros años jugando al fútbol junto a su hermano Nabil, a quien considera su mejor amigo, y su hermana Widad. Sus padres pasaron muchas penurias en Marruecos y por eso decidieron emigrar a España mucho antes de que Achraf naciera. En Madrid, la situación no mejoró mucho. Mientras el padre de Achraf se ganaba la vida como vendedor ambulante, su madre se encargaba de la limpieza del hogar.

Al crecer en Getafe, en los suburbios del sur de Madrid, el joven marroquí era un niño enérgico cuya madre a menudo hablaba de su deseo de verlo probar suerte en el atletismo y, particularmente, en la natación. A pesar de eso, el joven Achraf siempre tuvo claro que quería ser futbolista, y sus padres trabajaron muy duro para que su hijo pudiese tener una oportunidad. Achraf sabía que tenía que poner todo de su parte, así que se tomo muy en serio su formación, que comenzó en el club local Deportivo Colonia de Ofigevi.

Fue en el club local donde el joven Achraf dio sus primeros pasos en el fútbol competitivo. La formación futbolística iba muy bien, bastante más que la académica. Así, Achraf fue depositando sus esperanzas de futuro en el fútbol casi sin darse cuenta. Hasta que un día su carrera dio un giro radical cuando un ojeador del Real Madrid lo vio jugar y tuvo claro que debía ficharlo.

Desde ese momento, no solo su vida dio un giro radical, también la de su familia. Achraf fue superando categorías con el Real Madrid hasta llegar al primer equipo. Fue allí cuando el club, en vez de apostar por él, decidió cederle al Borussia Dortmund para que creciera aún más y, cuando lo hizo, le vendió. El Dortmund se le quedó pequeño, razón por la que, posteriormente, jugaría en el Inter de Milán y el París Saint Germain.

Ahora, es sin duda uno de los mejores jugadores del mundo en su posición. Y ya lejos quedan esos tiempos en los que tenía que ver a sus padres pasar penurias para darles a él y a sus hermanos una vida digna.